sábado, 30 de abril de 2011

...y de Guatepeor a Guatemala (y 2)

El lunes a la tarde fuimos caminando hasta San Juan, otro de los pueblos cercanos y en el que estuvimos dando una vuelta. Por la noche nos dejamos caer por algún bar lleno de guiris, y en el que no me pude resistir a comprar lo que nos ofrecían algunos niños y señoras que entraban en el local... Resultado: empacho de palomitas de maíz y pastel de chocolate a las 11 de la noche.

El Lago Atitlán desde San Juan

Al día siguiente montamos en una lancha para cruzar hasta Santiago. El mayor atractivo turístico del día, o así nos lo hicieron saber, era poder ver al Maximón. Este personaje con nombre de helado veraniego no es otro que una especie de santo/diablo muy venerado en Santiago y otras localidades chapinas de origen maya, y que casualidad, ese Martes Santo era visitado por una procesión de fieles que acuden a la cofradía a vestirle de cara a los días siguientes de Semana Santa y le llevan hojas de una planta concreta.



De vuelta a San Pedro, emprendimos uno de nuestros ya míticos viajes en bus de tropecientas horas para volver a Antigua y llegar a Ciudad de Guatemala por la noche. Nuestra experiencia en la capital no fue memorable... Salimos de la estación de buses sólo para encontrar un sitio en el que cenar algo, aunque todo el mundo nos advirtió que era peligroso. Dimos la vuelta a la manzana y no encontramos más que bares de mala muerte con borrachos en la barra, travestis en las aceras y coches corriendo de un lado para otro... Comimos lo primero que encontramos, y volvimos a la estación para emprender viaje nocturno hasta Flores.

En el viaje intentamos dormir, no sin antes escuchar las indicaciones del chófer: "Si necesitan hacer "UNO", pueden usar el baño del bus; si necesitan hacer DOS, por favor, avísenme y pararé en la carretera para que puedan bajar a hacerlo fuera"... Toma eufemismo escatológico!

Llegamos a Flores sobre las 6 de la mañana, y aún con legañas en los ojos, nos enfrentamos a un montón de conductores y taxistas que nos ofrecían llevanos a albergues o a Tikal. Después de resistirnos, a la media hora acabamos aceptando la oferta de uno de ellos... quien finalmente nos dejó tirados. En fin...

Al rato fuimos hasta las ruinas mayas de Tikal, un lugar impresionante que recorrimos gracias a la inestimable ayuda de nuestro guía Nectalín, o Naftalín, o Nectarina... nunca nos quedó muy claro su nombre. El caso es que recorrimos buena parte de sus piramides, conocimos su historia, escalamos a algunas de ellas, descubrimos que hay casi otras tantas por restaurar y rescatar bajo montañas de vegetación, y desafiamos a la gravedad subiendo por algunos lugares en los que, estoy convencido, tiene que haber muerto gente por la seguridad nula que existe...








A la noche dimos una vuelta por una zona que bautizamos como "El Paseo Marítimo" de Flores y que nos encantó porque, de nuevo, nos dimos cuenta de lo que echamos en falta andar con esa tranquilidad y junto al agua en Tegus... Y al día siguiente, viaje maratoniano de nuevo para recorrer medio país y llegar hasta Semuc Champey. Lo cierto es que el trayecto no se hizo nada largo, porque por el camino atravesamos zonas verdes, rodeados de árboles y casi selva por todos lados, y subiendo por carretera a tanta altura como para no atrevernos a mirar por la ventanilla y comprobar que estábamos rozando los barrancos con la rueda...

Pero el verdadero deporte de aventura llegó en Samuc, un enclave natural que fue probablemente la mejor parte de todo el viaje. Para empezar, nos alojamos en un lugar que reúne cabañas en plena naturaleza. Sin agua caliente, sin luz a partir de las 10 de la noche, rodeado de animales, a un paso del río e ideal para desconectar y volver a los orígenes...



Samuc te ofrece mil oportunidades. Nosotros optamos por tirarnos sobre un neumático por el río Cahabón, bañarnos en las pozas naturales de agua turquesa que surgen sobre el agua (Semuc Champey significa 'donde el río se hunde o desaparece') y meternos a explorar las impresionantes cuevas Las Marías, en las que una vela encendida en la mano te ayuda a desplazarte por su interior, nadar, y subir y bajar escalas de cuerda. Increíble.




Tras esta experiencia, la locura del viaje de vuelta nos lo tomamos con mucho mejor humor. Y menos mal, porque al estar en Sábado Santo, nos encontramos con que la mayoría de transportes que teníamos pensado utilizar no tenían ya plazas libres... Pero haciendo gala de un tremendo grado de adaptación al medio y a las dificultades, conseguimos dar con conexiones que nos llevaron a nuestro próximo destino: Copán Ruinas. Antes, 'sólo' tuvimos que pasar el sábado montando en la friolera de 8 autobuses y shuttles. Récord absoluto!

Copán Ruinas está ya en Honduras, a muy pocos kilómetros de la frontera. Nuestra idea era visitar sus termas naturales o sus ruinas mayas (mucho más pequeñas que las de Tikal, pero igualmente impresionantes). Pero teniendo en cuenta que ya era nuestro último día de viaje, decidimos relajarnos y dejar el plan turístico para otro fin de semana. En su lugar, nos fuimos a dar un masaje, cargamos pilas, y emprendimos el viaje de vuelta a Tegucigalpa mucho más relajados y con la maleta llena de regalos, fotos y anécdotas.

Nos quedó pendiente visitar Río Dulce, pero estoy seguro de que habrá más oportunidades de volver al país porque Guatemala engancha... y mucho.

1 comentario:

  1. Sólo puedo decir: ¡uaaaaaaaaaaaaaau! ¡Menuda altura tienen las pirámides y que paradisíaco parece Camuc! Unas casitas de esas en la Arboleda no venían nada mal para pasar los findes... jejejeje...

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